España ocupa el puesto principal a nivel mundial en la producción de aceite de oliva, siendo capaz de satisfacer de manera, casi constante, de entre el 50% y el 60% de la demanda global.
Sin embargo, la campaña correspondiente al periodo 2022/23 se erigió como una de las más adversas, con una producción de tan solo 663.000 toneladas, en comparación con la media histórica de 1.400.000 toneladas. Esta drástica disminución en la producción señala un panorama desafiante, exacerbado por la prolongada falta de precipitaciones que afecta al territorio nacional, así como, por las altas temperaturas en la época de floración del fruto. Aunque las precipitaciones y las bajadas de temperaturas aportaron cierto alivio en junio, su llegada fue tardía para impulsar un mayor desarrollo de la aceituna.
En vista de la próxima cosecha, correspondiente al periodo 2023/24, surgen inquietudes respecto a la producción en España, que se estima alcanzará un total de, como mucho, 730.000 toneladas, con un límite de 540.000 toneladas para la región de Andalucía. Aunque este pronóstico supera ligeramente las cifras de la campaña previa, es importante señalar que las reservas han menguado partiendo de un enlace técnicamente nulo. Este escenario proyecta un déficit de oferta para la nueva temporada, lo que continuará ejerciendo presión sobre los precios del mercado.
Actualmente, el sector oleícola está pasando por una difícil situación. Esta próxima campaña 2023/24 está condicionada por una situación de vulnerabilidad extrema a los integrantes de la cadena de valor del sector oleícola. Nunca en la historia del sector del aceite de oliva se había producido una situación parecida para la que, después de una cosecha históricamente pobre, también se espere otra. Una mala cosecha en la que se ha visto afectada de manera directa e indirectamente todos los eslabones de la cadena de valor, deteriorando de su rentabilidad, llegando incluso a la obtención de pérdidas. Este deterioro se ha visto mucho más afectado por el incremento de precios de combustibles, fertilizantes, energía, así como, por el incremento de los tipos financieros.
Las reservas han menguado partiendo de un enlace técnicamente nulo. Este escenario proyecta un déficit de oferta para la nueva temporada, lo que continuará ejerciendo presión sobre los precios del mercado
En la próxima campaña 2023/24 las expectativas no son las mejores. Nos encontramos con una cosecha similar (o incluso peor que la anterior en términos mundiales). Esto hace que la oferta para el próximo año agrícola, sea inferior a la demanda potencial. El único mecanismo que regula una probable situación de desabastecimiento parcial es el precio, pues los precios no dejarán de subir, provocando una autorregulación del mercado con un descenso irremediable del consumo. Por tanto, las subidas de precio irán deteriorando el consumo de forma gradual, llevando a las familias a un desabastecimiento parcial, como decimos, provocado por las altas cotizaciones en el lineal.
La escasez de aceite también afecta a países como Turquía, que ha prohibido exportaciones a granel para garantizar el suministro nacional. Esto podría impactar en los precios en España. Aunque Turquía no es el principal proveedor de aceite de España, su ausencia agrava la situación de un sector que aún no se recupera de las escasas precipitaciones.
Por lo tanto, suponiendo España, durante la campaña próxima, el 28 por ciento del total de la oferta mundial, que podría resultar ser de 2,55 millones de toneladas, lo cual, unido a un enlace técnico nulo, comparado con una demanda potencial internacional de 2,9 millones de toneladas, genera un déficit potencial de oferta que, cuanto menos, nos llevará a una situación incierta hasta el mes de abril, momento en el cual se conocerán las expectativas de potencial cosecha futura, hasta entonces, el único elemento que adecuará oferta y demanda, será la tendencia de precios, que seguirá sólida, estable, y positiva.